A lo largo de las dos últimas décadas, varios
estudios del cerebro (mediante técnicas de diagnóstico por imagen y autopsias a
individuos autistas) han revelado una serie de anormalidades en el desarrollo
del mismo. No obstante, ninguna de ellas parece ser común o específica en todos
los casos de autismo.
Evidencia de causas genéticas
Antes de 1970, los
investigadores estaban convencidos de que el autismo era consecuencia de una
relación fría y poco cariñosa con los padres (lo que también se conoce como la
“teoría de la madre nevera”). Sin embargo, varios estudios desacreditaron esas
opiniones al constatar unas tasas de incidencia superiores en gemelos idénticos y hermanos y ofrecer pruebas sólidas de
una contribución genética. No obstante, a pesar del importante trabajo de
investigación realizado, la causa genética del autismo aún no se ha conseguido
comprender.
Impacto de los factores ambientales
También se cree que
los factores de riesgo ambientales juegan un papel vital en el autismo. En los
70, se observó una relación entre la rubéola congénita y el autismo. También se
ha establecido un vínculo entre la exposición prenatal a la talidomida y el
autismo. Los estudios epidemiológicos de otros medicamentos empleados
durante el embarazo o de exposiciones químicas durante el mismo no han
detectado pruebas concluyentes de un vínculo con el trastorno.
Vacunación
infantil
Más
recientemente, el posible papel de la vacunación infantil en el autismo ha sido objeto de un acalorado debate que ha
llevado a muchos padres a negarse a vacunar a sus hijos con la vacuna triple
vírica (paperas, sarampión y rubéola).
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